Según los resultados del análisis no intruso con radar realizado por el experto japonés Hirokatsu Watanabu y presentado ayer por el Gobierno egipcio, existen dos espacios vacíos detrás de los muros norte y oeste de la cámara funeraria de la tumba, ocultos tras las pinturas. Detrás del muro norte, se ha detectado un hueco o nicho de hasta 1,5 metros de diámetro y 2 metros de profundidad, detectado con rayos infrarrojos, y el escaneado reveló también que en la misma pared existe un hueco, quizás una puerta de acceso a la cámara oculta, que fue cubierto con material más ligero que el resto de las paredes hechas de piedra maciza. El escaneado ha detectado materiales metálicos y orgánicos en esos espacios.
A partir de aquí todo es posible. Hay que recalcar que el solo hecho de la existencia de espacios ignotos en la tumba de Tutankamón resulta sensacional. El sepulcro hallado en 1922 por Carter es una de las estructuras más conocidas y representativas del patrimonio mundial y seguramente el lugar emblemático de la historia de la arqueología. Cualquier cambio en lo que se conoce de esa tumba —su planta, propósito o contenido debe calificarse de extraordinario.
El ministro de Antigüedades egipcio Mamdouh Eldamaty, que presentó ayer los estudios, explicó que se realizarán más análisis con otros expertos internacionales. Solo entonces se discutirá la posibilidad de entrar en los espacios hallados, y por dónde. Oficialmente, Eldamaty no ha elevado su porcentaje de seguridad de que haya algo detrás de los muros: se mantiene en el 90 %. Pero extraoficialmente habla de cámaras, corredores y posible continuación de la tumba. Su precaución ahora, que resulta curiosa, puede obedecer tanto a un repentino escepticismo como al vértigo ante la tarea que le aguarda. En todo caso quedan muchos pasos que dar —y la prudencia es fundamental: no se puede agujerar la tumba como un gruyere— y esto puede durar mucho. Hay que armarse de paciencia.
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